LA PALABRA DEL ENIGMA
 
I
 
En la muralla en el espejo
En la cabellera que anuda la noche
En el espejo
En el tránsito torturarte de aceite a pájaro
En la muralla
Y en este palco de toda luz
De toda sombra de toda soledad de toda compañía
Hecho a la medida de los dos
 
Tú andas de nube en nube como si fueras lluvia
De enigma a enigma como única respuesta
Andas entre miradas como si fueras lágrima
 
No hallas las horas de verte en alma sobre la tierra
De ver una nación de aves bajo el océano la nube a la intemperie
No hallas las horas que perdí te por tu éxtasis
Cuando frotabas la sortija para saber la hora
Del amor
 
II
 
De acuerdo con tus labios yo he definido la palabra alma
Yo esperaba la noche porque solamente entonces aparecías
Y otras un rato al alba y otras otras
A veces por contados segundos
Y era una fiesta cuando podías permanecer toda la tarde
Yo atisbaba tu recuerdo a través de ti misma
Y atisbaba tus ojos a través de tu recuerdo
 
Por contados segundos
Cómo es posible
Que contados segundos
Puedan contar la vida
 
Pero esos instantes
Me han corregido en siglos la existencia
Me han perfeccionado cuando no hallaba las horas de besarte
Las horas no pasaban cuando te recordaba
Poniéndose a latir cuando venías
 
Tan distintas las unas de las otras
Horas del corazón de los labios del alma
Horas del pájaro
Como una mancha de aceite en el océano
 
III
 
Madrugada feliz de la cual el yeso trataba de sacar todo el partirlo posible
Ciertas estalactitas en una jaula con barrotes negros cantaban el eterno grito de las chimeneas.
Pasaron tres muchachas, las tres apretando un ramo de flores contra sus senos.
Yo iba a partir, faltaban sólo algunos minutos para la partida.
Era imposible ser más extremadamente dichoso.
Incluso la mañana se presentía que sería luminosa y clara.
¿Esas tres muchachas tendrían alguna significación en mi vida?
-Bah, dije, como cuando uno no piensa en nada. Pero después de haberlas perdido de vista, pensé por qué razón había afirmado con tanta seguridad que todas apretaban un ramo de flores contra sus senos.
Bah, repetí, y entonces pensé en aquellos misterios a los cuales no conseguimos  acertadamente darles un nombre, y que parecen flotar como abejas entorno de esos ramos de flores que, en las madrugadas, jóvenes mujeres estrechan contra sus senos.
 
IV
 
Acantilado como un insecto áptero
La bruma te transporta sin perder una ola
La bruma aprovecha las últimas hebras de la luz
Para acabar con ellas su tapiz radiante
 
En ese tapiz tú ensayas aun tu desafío
Persistes en atraer a la armadía
Te obstinas en ser acantilado y náufrago
La vida unta de olas tus labios
 
Vuelve al verano a tu último verano
Las mujeres con sus ojos hervidos[1] cruzan la terraza
De tanto ir por la vida sólo el amor les traza
Su camino de tanto ir por el sueño este poema es tuyo
 
Sus ojos fueron hervidos por el sol y la luna
Y sus miradas hacen el resto
Sus miradas completan el dibujo
De este tapiz conmovedor donde la vida se representa
Un barco atravesaba el horizonte
Lentamente
Lentamente tal como se va formando el dolor dentro de la lágrima
 
V
 
Para un mejor destino
Con ese olor a café que despierta en las mañanas al viajero
Al punto que el torito negro cruza la pradera
Y todo lo que supe esa mañana
Era un tirar proyectos como quien pasa el hilo por el fuego
La pradera se doblaba en punta y venía de golpe contra el tren
Con estrellas y tazas de café con toritos y todo
Tarareando una vieja canción
“Cuántas veces el ayer”
Si ese ayer que ya ha dejado de ser proyecto
Ese ayer torturante “se hizo grillo hasta la aurora”
Sí hasta la aurora y durante toda la noche sin saltarse una hora
Sí hasta la aurora el grillo repitió inexorable
El tiempo como la nata sobre esa taza d café ya frío
 
Y otra será la hora que ya ha devorado todos sus segundos
Esa hora en que no hallo las horas de besarte
La hora de rostro puro al cual el tiempo no pudo poner ninguna arruga
El rostro de esa hora libre en el espacio
Espejo de tu amor en el cual no hallo las horas de mirarme
 
VI
 
La boca sobre el tiempo
Las palabras lamidas por el fuego
Y la noche sirviendo de pasto al sueño
Como un mar innecesario
Para un náufrago imprescindible
Cielo sin parapetos
Sin abismos sin ojos
Llevado por la mano
Del amor
 
Llueve a torrentes
El vidrio se hace noche para engañar a la ventana
La selva se hace pájaro para engañar al cielo
El amor se hace miga de pan para atraer a los gorriones[2]
El hombre se hace sueño la mujer se hace párpado
 
¿Y a que seguir?
Sigamos
Sigamos hasta el punto que este poema devore todas sus palabras
Y llegue a quedar como una hoja en blanco
La cual cambiaremos gustosamente
En una cuaderna vía
Por un trago de aguardiente
 
VII
 
De aquel ojo llorado por veinte generaciones de cíclopes ya no quedaba una mirada. Los ojos azules de la joven bicíclope decían siempre veinte años a los sueños. Almohada de la realidad, al otro lado una avenida de eucaliptus mimetizaba sus pájaros en corpiños blancos, y las jóvenes tricíclopes se los ponían alborozadamente, corpiños todavía palpitantes, corpiños todavía tibios, y que aún tenían la ansiedad de plumas antas para el vuelo.
Estos corpiños y estas cabelleras eran todo lo que la noche permitía ver al joven cíclope, a este ser ya ciego para siempre. Porque actualmente los cíclopes son ciegos, así como ya las rosas no cantan como antes. Hubo un tiempo en que las rosas cantaron y los niños lloraban, y no coro ahora que se quedan con sus ojos abiertos cuando tienen hambre. Hubo un tiempo en que los peces mascaban tabaco y escupían, un tiempo en que las casas de la ciudad tenían tejados de oro para que se posaran en ellos las gárrulas golondrinas.
El cíclope ciego podía entonces guiarse por el oído y reconocer entre todas, la isla natal. Ahora sólo distingue algunos corpiños fosforescentes que se deslizan por la noche agria. Algunos corpiños y las cabelleras de algunas mujeres que se congregan en la avenida, bellas mujeres, volantes y felices. A ellas se aproxima, pero las oye borrarse súbitamente. Entonces vuelve a tender su almohada en el suelo para soñar con ellas, mas su sueño ahora es otro. Un diamante ardiente se ha clavado en el ojo de su frente, y él grita y se despierta, pues hubo un tiempo en el cual el amor lo era todo, un tiempo en el cual el sol era un espejismo, ya que se veía de lejos pero no de cerca.
 
VIII
 
Adiós adiós palabra del enigma que has llegado
Por ti todas las palabras han cumplido la palabra
Todos loa labios han cumplido sus besos
Todos los párpados han cumplido sus sueños
 
En la muralla en el espejo
En la cabellera
E n el rumor del árbol para calmar el vuelo de los pájaros
En el espejo que refleja este palco donde el amor anuda la vecindad de la pareja
Para meter en claro todos los enigmas
 
Enigma del amor que se mantiene enigma para dar su claridad
Y que hace su cielo a costa de su tierra
Oh día innecesario
Para una noche imprescindible
 
Un lúcido carbón
Cuando no hallaba yo las horas
De Diamante


[1] Pensando en lo que fueron los ojos de la dama de Elche. (Nota del Autor)
[2] El amor se hace nación de olas se hace faro perenne hoja de verano machacada se hace vidrio roto en mil pedazos se hace noche y simultáneamente día se hace ausencia se hace bienvenida se hace todo se hace nada se hace resueltamente todo o nada para atraer a las mujeres. (Nota del Autor).

 

De El AGC de la Mandrágora, (Textos de Braulio Arenas, Enrique Gómez-Correa y Jorge Cáceres), Ediciones Mandrágora, Santiago, Chile, 1957, 121 p.