DECLARACIÓN
 
El papel del grumete[1] es embellecer las cavernas de la tuberculosis y las estrellas del pan hilaban a todo fuego.
El océano impar tiraba sus cartas de espuma, de bauprés de fragata, de bañista ahogada.
Teresa de Avila, la monja portuguesa y la novicia de las cantigas, hablaban de la luz y de las tinieblas de su espejo roto.
Porque el papel de los ojos es embellecer la pared ardiente de los senos, un día menos pensado, un sol, las hordas de los girasoles, y el hombre nace.
Yo he escrito mi obra, tú has besado el amor, el hombre y la mujer renacen de las propias cenizas del placer.
Un día yo me he creído Góngora y San Juan de la Cruz, es decir, perro y lobo.
Yo he escuchado la risa del monstruo satírico y la del caballero invisible.
El papel de las estrellas es embellecer el nitrato de plata, donde el poeta cuenta las páginas de su obra, tristes centavos de la razón.
Hay que terminar la obra a toda prisa: La poesía se puede enfriar como una taza de café. Dormir junto a tu cuerpo, mujer adorada.
Dormir, y tú duermes como una cisterna llena de misterio.
En mi sueño yo caigo al agua que tú representas.
Yo caigo y despierto para el amor, por el amor.
Un cónclave de rosas se pudre en un archipiélago de azadones.
Más aún, el trovador Juan Rodríguez, desdichado y enloquecido, espera en la sombra la llegada de la reina.
Ella trae un tintinear de llaves por toda vestidura.
Ella le recomienda que no diga a nadie que ella es la poesía, pero un día él se lo confesó al mundo, y ella desapareció para siempre.
El África se echa agua sobre su cuerpo candente.
Un día yo vagaba por aquella inmensa sala del castillo, una pequeña puerta se abrió y Leonoreta apareció, grave como la infancia misma.
Yo acaricié sus cabellos, ella me habló del ajedrez y de su halcón favorito.
Sí, señor, el papel del relámpago es embellecer los verbos irregulares de Inglaterra.
-Ingalaterra- decía ella.
"Corazón perfecto, la de los ojos garzos y girasol", eran los nombres de las espadas.
Nunca he escrito un poema sin dejar de pensar en esa cisterna.
Un día yo moriré realmente, como dicen los hombres, lobos míos, rascad vuestros espinazos en el árbol del paraíso, porque el papel de la ventana es embellecer el campo.


[1] Variante: el papel del almirante. Nota del autor.
 
 

De Poemas: 1934-1959, Ediciones Mandrágora, Santiago, Chile, 1959, 147 p.