EL MISTERIO DEL CUARTO AMARILLO  
 
     La vieja leyenda, la nicotina, las nubes, voy a verificar en una zambullida toda la experiencia de los peces.
 
     El anillo de Polícrates, después de haber pasado de mano en mano por las manos de las jóvenes diosas de la razón, yace ahora olvidado sobre el suelo de mármol del océano.
 
     Entre este anillo y el ascensor de vidrio que desciende vertiginosamente hasta el fondo del mar (transportando a un grupo de seres inermes ya frente al misterio) un secreto vínculo se establece, como si el anillo trasmitiera el hielo a torrentes.
 
     Allá lejos el mar (lleno de desesperación), Proteo innumerable, rompe su rostro contra el acantilado.
 
       Pues en todo hay misterio.
 
       Todas las palabras sin un significado material me son aborrecibles. Amo, en cambio, la palabra sandía, la palabra fuego griego, la palabra recuerdo, la palabra recórcholis.
 
       Pues es un misterio este cuarto amarillo, este mar, donde el silencio parece petrificado.
 
       No hay nadie, en verdad.
 
       A no ser que el mismo Nadie se haya convertido en personaje, y no creo que sea el deshielo, como Nadie se lo dice a las jóvenes diosas de la razón, la causa que le obliga a sentarse frente al fuego de la chimenea.
 
       A no ser que sea el mismo Nadie quien reanimara el cuerpo de aquel pequeño estudiante.
 
       Yo le vi colgando de un árbol y asediado por lobos blancos (en recuerdo de su niñez), a pesar de que el árbol ya no está en la isla invisible.
 
       El crece en la cama donde diez mujeres sueñan con el mismo amante.
 
       Este sueño impulsó a los huéspedes del hotel a descender en el ascensor de vidrio, cada vez más rápido, hasta el fondo del mar, en una afanosa búsqueda de Nadie, pues los huéspedes formaban parte de su sueño.
 
       Un poco más rápido, pequeño ascensor.
 
       Desciende con los recuerdos de este singular grupo de ahogados.
 
       Nadie podrá encontrar a Nadie.
 
       Las olas del mar, en este momento en que todo el mundo despierta para ir al trabajo, destruyen con voracidad hasta el recuerdo del cíclope.
 
       Y por esto dicen algunos, mar, que eres hermoso.

 

De La casa fantasma, Santiago. Luis Rivano Editor, 1962