JORGE CÁCERES
 
Despedida, túnica innombrable,
imagen despedazada en un mundo de bacantes,
huella de la mismísima nieve que hace trizas el cráneo:
se arrojaba Cáceres, desde una bandeja de aluminio,
contra el mismo azar.
 
El entraba en posesión de una memoria, de una persona,
él se igualaba a la mismísima fiebre al revisar minuciosamente
el calendario,
sin dejar un dolor puesto al rojo como un día domingo,
él se atravesaba la frente como un puente
y desde el pretil se inclinaba para ver el mismísimo río perdurable,
este gran río que no tenía nombre, porque ¿para qué?

 

De Memorándum mandrágora, Revista Atenea, N°452. Universidad de Concepción, 1985.