SÓLO TÚ
 
Sólo tú estabas en ese muro,
los locos iban a besar tus manos,
nada sobrevivía, tu cabellera se transformaba en risa,
todo se transformaba en tu cerebro de fuego,
en tus besos escarlatas,
nutrida por el fuego, fuera de toda historia,
después la gaviota se transformaba en acantilado,
mientras el mar acorralado nos mostraba sus dientes
y la tarde se daba por vencida.

 

De Memorándum mandrágora, Revista Atenea, N°452. Universidad de Concepción, 1985.