MANDRÁGORA: LA RAÍZ DE LA PROTESTA
O EL REFUGIO INCONCLUSO

Luis G. de Mussy Roa

"Presenciamos el más grande momento de coronación de la historia, en nombre de una cultura nueva y desconocida, que será creada por nosotros, y que también nos arrastrará. Por eso, sin miedo ni aprehensión, elevo mi copa en un brindis a los muros ruinosos de los bellos palacios, así como a los mandamientos de una estética nueva. El único deseo que yo, un sensualista incorregible, puede expresar, es que la futura lucha no dañe las alegrías de vida, y que la muerte sea tan bella y esclarecedora como la resurrección".

Sergei Diaghilev, de los Ballets Russes.

 

"El fin, del antiguo orden, en un mundo sin guía y a la deriva en un universo relativista, era una convocatoria que proponía la aparición de estos estadistas- pistoleros. No demoraron en aparecer".

Paul Johson, Tiempos Modernos.

 

Capítulo II: Cuestiones posteriores al cambio de siglo (XIX-XX).

 

2.1 Antecedentes.

"Los graznidos de mal agüero de los dadaístas anunciaban, entre carcajadas apocalípticas y suicidios que pasaban por accidentes, el advenimiento de un amenazante mundo moderno, la llegada del siglo veinte, en fin."

Braulio Arenas, Actas Surrealistas.


Entendido lo que motiva y la perspectiva de análisis de este estudio, queremos señalar, sin pretender ser definitivos, algunos antecedentes que nos parecen útiles para entender -un poco- cómo fueron las primeras décadas del siglo XX tanto en nuestro país como en el viejo continente; para algunos, situaciones que condicionaron el devenir humano durante toda la pasada centuria. Si bien es cierto que durante tal periodo ocurrieron muchas manifestaciones dignas de ser mencionadas, debemos advertir que nuestro interés está dirigido, especialmente, hacia aquellas demostraciones que poseen el espíritu de cambio que caracterizó este particular periodo en Europa y que se expandió por el mundo durante los años venideros. Aires de vanguardia.

Si bien en Europa y Estados Unidos la ruptura con las ideas heredadas del siglo XIX fue anterior a la acontecida en el resto del continente americano, es sólo una cuestión de fechas, ya que a la envergadura de transformación de esta última no se le puede restar singularidad o valor. En términos generales, el hombre quiso cortar con el siglo pasado, no saber de él, olvidarse de lo que había sucedido. Por esta razón, intentó idear tanto nuevos sistemas sociales, económicos, políticos (a nivel local e internacional) como novedosas manifestaciones artísticas e intelectuales, entre otras. Todo esto con la esperanza de cambiar el mundo, con la voluntad de mejorar al ser humano; es decir, con la idea de transformar la realidad.

Personajes claves del momento histórico mundial que estamos analizando, fueron figuras tan célebres como Albert Einstein con su teoría de la relatividad; Sigmound Freud y su psicoanálisis; Frederick Nietzche y su influencia con el Superhombre y la muerte de Dios; Guillaume Apollinaire y "Las Tetas de Tiresias" ("justamente el hombre que había presentido y cantado el esplendor de este nuevo siglo..."[1]); Vicente Huidobro con su Creacionismo y su manifiesto "Non Serviam", André Breton y el Surrealismo, Pablo Picasso y su cubismo pictórico. Sólo por nombrar unos cuantos.

A su vez, y desde una óptica no tan elitista, se puede decir que los vanguardistas -en general, no sólo los reconocidos- fueron individuos que motivaron el surgimiento y consolidación de gran parte de los "ismos" como de las corrientes innovadoras en materia del pensamiento y del arte. En definitiva, tendencias que sacudieron el mundo desde el inicio de la Primera Guerra Mundial hasta el lanzamiento de la bomba atómica.

A pesar de que el desarrollo cultural chileno durante el segundo cuarto del siglo XX contextualiza nuestro interés central -el particular grupo surrealista chileno "Mandrágora"- debemos partir refiriéndonos a sucesos ocurridos especialmente en el viejo continente y Estados Unidos, ya que ellos explican, de alguna manera, las grandes corrientes de pensamiento y creación artística que aparecieron posteriormente en Chile. Hitos que marcaron a gran parte de la población mundial. Ahora bien, vamos por unos antecedentes.

Primera (1900-1909) y segunda década (1910-1919): La "Belle Epoque" europea, momento de fiesta que tropieza con la violencia iniciada en el noreste asiático (Guerra Ruso-Japonés) y que culmina en el gran conflicto de inicios de siglo: la Primera Guerra Mundial. Como si esto fuera poco, la revolución bolchevique sacude el Imperio Ruso; son los inicios del Comunismo. Las consecuencias hablan por sí solas: alrededor de 35.000.000 de muertos a causa del primer conflicto mundial; otros varios millones a raíz del quiebre político en Rusia. El resultado, en tan sólo veinte años, destrucción material y espiritual de gran parte de la población europea. Así mismo, es imposible olvidar que se reestructuró el mapa del viejo continente, desapareciendo imperios y fundándose países como Yugoslavia y la U.R.S.S. EL fracaso del ordenamiento económico y socio cultural posterior al primer periodo bélico del siglo era una realidad desde 1919 en adelante.

Diez años después, en 1929, la gran Crisis económica -el conocido Jueves Negro- trastorna definitivamente la realidad mundo. Ningún país se escapa. Los índices bajan a cifras críticas: cae radicalmente la producción mundial; aumenta el desempleo, los niveles de pobreza y la insalubridad. La inestabilidad ronda por doquier y Santiago no está fuera. Chile fue el país más golpeado por la crisis. Así llegamos a la década del treinta. A no mucho andar, empiezan los problemas en la Península y finalmente estalla la Guerra Civil Española, suceso que se vivió en Chile con gran dramatismo y que no dejó a nadie indiferente. Especialmente a los jóvenes, quiénes se dividen en defensa de sus ideales. Como recuerda Teófilo Cid con respecto a la atracción y efecto que producían algunos de estos fenómenos en Santiago, especialmente en los jóvenes de la época. "Hijos de los dos "ismos" violentos de este siglo, del comunismo por un lado y del nazismo por el otro, nuestra existencia se movía pendularmente atraída por las dos compulsiones de la centuria".[2]

Si bien la mayoría de los acontecimientos que hemos mencionado ocurrieron fuera de Chile, precisamente en Europa (la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la Guerra Civil Española) y en Estados Unidos de Norteamérica (la Crisis Económica del 1929), no podemos olvidar que en nuestro país su repercusión fue bastante directa. La distancia y los océanos ya no bastaron para separar las vicisitudes mundiales; los medios de comunicación como la Radio, el Teléfono -si bien en estado primigenio- marcaron el inicio de un continuo intercambio de sucesos entre el viejo y el nuevo mundo. En este sentido, distinguimos un vínculo de ideas y realidades entre nuestro país y gran parte del mundo que no deja de impresionar. Quizás sea parcial, pero de ninguna manera insignificante. Hay, querámoslo o no, para la década del treinta, una definitiva conexión. No obstante lo anterior, y con la idea de matizar esta relación cultural, es importante reconocer que ni Latinoamérica ni Chile han sido, hoy -a comienzos de siglo XXI- ni en ese entonces -hace casi setenta años- el sujeto directo y agónico del drama cultural de occidente. En el fondo, lo que nos importa es que el vínculo -hay quienes piensan que es dependencia- con el mundo internacional que evidenció nuestro país durante el comienzo del siglo XX, fue creciendo, cada vez más, a partir de 1930. Al respecto, creemos que lo más ilustrativo en este devenir de ideas, propuestas, acontecimientos y vicisitudes entre el viejo y el nuevo continente, fue el hecho de que tanto las vías utilizadas como la rapidez con que estas comenzaron a funcionar, transformaron definitivamente y de manera constante, la nueva realidad mundo: lo que algunos llaman, hoy en día -año 2000- la aldea global.



2.2 Chile a fines del Parlamentarismo.

Asumido el ambiente que Europa y Estados Unidos -los grandes actores del primer cuarto del siglo pasado- dejaron al comenzar la década del treinta, es necesario que volvamos a Chile, particularmente a Santiago durante los años posteriores al centenario de la Independencia, para que así entendamos cómo se fue gestando hacia 1930, la realidad nacional. Tenemos que retroceder hasta las secuelas de la Guerra Civil de 1891, a los últimos momentos del parlamentarismo, a la cuestión social y a la cuestión obrera, al incipiente sindicalismo, al fin del auge del salitre y todo lo que eso significó para la situación económica nacional, al sentimiento de crisis que ya evidenciaban ciertos sectores de dicha sociedad, a las "interpelaciones ministeriales", a los sucesivos cambios de gabinete y, como lo hemos señalado anteriormente, a las repercusiones de lo que sucedía en Europa: su guerra, su sin razón, sus muertes, su vanguardia artística, su Marxismo, su Comunismo, etc, etc.

Chile aparece -al finalizar el primer cuarto del siglo XX- como un país económicamente rentable a pesar de haber sido demasiado dependiente de un sólo elemento productivo: los tiempos del salitre y de una industrialización incipiente. "No sólo era la principal fuente de ingresos, sino que proporcionaba casi la mitad de las entradas ordinarias del gobierno y significaba alrededor del 25 por ciento del Producto Interno Bruto. La minería del salitre era también una gran fuente de empleos y proporcionaba entre 40.000 y 60.000 ocupaciones, lo cual constituía más del 5 por ciento de la fuerza de trabajo total "[3].

A su vez, estos años significaron un gran auge en el índice de urbanización, "del 23 por ciento en 1885 pasó al 40 por ciento en 1920. En el mismo periodo la población creció, de 2.5 a 3.5 millones"[4]. Además, el Estado chileno estaba -para los años siguientes al centenario- y según el discurso oficial, "...complacido de sus logros, se autocongratula. No merece menos una capital con más de 400.000, un país con una población total que bordea los 4.000.000 en sus 23 provincias, desde Tacna y Arica hasta el territorio de Magallanes; no merece menos una sociedad que en voz del discurso oficial (Los Baedecker y los volúmenes celebratorios en papel satinado) se percibe a sí misma como culta, ilustrada y europea; una nación que con la celebración del centenario está pasando de la edad juvenil a la edad adulta"[5]. Todavía no es tiempo; sin embargo no falta mucho para que se sacuda el piso. En 1920, todo comenzó a cambiar.

Otro neologismo que sirve para entender la situación que se incubaba en nuestro país durante tal periodo, es el de la educación, "... entre 1895 y 1920, el número de estudiantes de la enseñanza primaria se triplicó, y llegó a 346.000. Esto provocó un incremento en la tasa de alfabetización, del 29 por ciento en 1885 al 50 por ciento en 1920, elevando el número de personas con derecho a inscribirse en el registro electoral, de 400.000 a 1 millón... En 1921, más del 10 por ciento de la población estaba inscrita para votar, frente a menos del 5 por ciento al comienzo del siglo"[6]. Duplicación de la masa electoral.

En todo caso, y no obstante el "auspicioso discurso oficial", es por esos años, que en política el parlamentarismo dejaba que gran parte de los problemas se solucionaran solos o que no se solucionaran. No existió mucha gobernabilidad real, hay más discurso que praxis. Las discusiones eran largas y sin sentido práctico. Más que gobernar, lo importante fue ser del Gobierno. Por otra parte, los problemas generados a raíz de la cuestión obrera se encontraban en su etapa de consolidación. Existía un reconocido sentimiento de crisis. La clase media comenzaba a despertar. La problemática obrera iba en aumento, estaba en ciernes: el malestar era cada vez más evidente. Muchos desempleados tuvieron que migran del norte y del sur del país a la capital en busca de cualquier oportunidad; es el momento en que "... fenómenos como las migraciones del sur al norte del país y a las grandes urbes, o la multitud de estudiantes de provincia que vivían en pensiones, con plena independencia de sus familias, a menudo en la pobreza, pero siempre deseosos de vivir la experiencia de lo nuevo, de ponerse a tono con la época, de vivir la aventura de la bohemia, de la política y del arte. En definitiva, una postura que pretendía vivir al compás de lo que es más propio de la modernidad: la libertad y el riesgo, en una búsqueda que por su carácter ponía en jaque a la tradición"[7]. El statu quo dejó de ser el mismo que el de los años siguientes al centenario, no de manera brutal pero sí definitiva. La realidad había cambiado y con ella las necesidades y las expectativas de un amplio sector de la sociedad nacional el cual ya no se sentía en concordancia con las políticas, o con el discurso oficialista. En este sentido, es importante profundizar que la cuestión social fue un hecho que, poco a poco, y a cada momento fue más ineludible. Uno de los primeros que criticó, allá por el mil novecientos y poco, dijo lo siguiente: "Me parece que no somos felices; se nota un malestar que no es de cierta clase de personas ni de ciertas regiones del país, sino de todo el país y de la generalidad de los que lo habitan"[8]. En palabras de un grupo de historiadores contemporáneos, "Chile vivía por entonces el agotamiento de un sistema político y de un estilo de vida que se mostraba inadecuado para enfrentar los desafíos que presentaban los nuevos tiempos. El régimen parlamentario, la desestructuración social, el sistema económico, el papel del Estado... en fin, todo el mundo oficial demostraba su desajuste con una realidad que estaba cambiando radicalmente... El rechazo de que fue víctima la clase media fue provocando en ella un resentimiento que hasta 1920 no tuvo ninguna expresión social y política efectiva... Sin embargo, a partir de la segunda década del siglo XX, se inició un cambio trascendental en los sectores medios. Comenzaron a tomar conciencia de clase. Su agudo resentimiento, fue cambiando de signo hacia la segunda década del siglo XX; de ser un sentimiento sordo, solapado, en definitiva impotente, se transformó en rebeldía y en un ataque franco al sistema"[9].

Así mismo, la aristocracia también sufrió algunos cambios; poco a poco, fue perdiendo su filantropía característica. Estaba preocupada por las ganancias que el salitre había dejado, escaseándole el tiempo como para pensar en el conflicto social o en los trabajadores, menos en el proletariado y para qué decir en las primeras huelgas o en las primeras matanzas. No obstante, sería injusto olvidar que existió un sector de aristócratas -Enrique Mac Iver, Vicente Huidobro, Juan Emar y otros- quienes sí levantaron la voz ante la situación por la que atravesaba el país. "Frente a la antigua oligarquía chilena, que cometió muchos errores, pero que no se vendía, se levanta hoy una nueva oligarquía de la banca, sin patriotismo, que todo lo cotiza en pesos y para la cual la política vale tanto cuanto sonante pueda sacarse de ella. Ni la una ni la otra de estas dos aristocracias ha producido grandes hombres, pero la primera, la de los apellidos vinosos, no llegó nunca a la impudicia de esta otra la de los apellidos bancosos"[10].

No obstante, en términos generales, esta intención por el cambio no logró concretarse en 1920 con la elección del "León de Tarapacá", Arturo Alessandri Palma, ni tampoco con la publicación de la Constitución de 1925, ni con Carlos Ibáñez del Campo. Tampoco fue suficiente la presión socio cultural. Faltaba por ocurrir. El país aún no lucía preparado para las transformaciones que se buscaban. En definitiva, lo que importa es que durante la década del ´20 ya es absolutamente cierto el sentimiento de que algo tiene que pasar, ocurrir o explotar. La ola viene del fondo, con raíces hijas en el firmamento[11]. Ya no es posible seguir con el silencio de la década del centenario.



2.3 Chile después del periodo parlamentario.

Políticamente hablando, es importante saber que la década del veinte se inició con el nuevo ordenamiento post bélico, el auge del Fascismo en Europa y del Comunismo en la Unión Soviética. Así mismo, en Chile, este periodo despertó con el fin del parlamentarismo, el descontento y posterior irrupción de los oficiales en 1924, la instauración de una nueva Carta Constituyente (1925), con Arturo Alessandri P., "León de Tarapacá", y con Carlos Ibáñez del Campo, el "Caballo", peleándose por el poder y la dirigencia del país. En este sentido, urge mencionar la aparición de nuevos actores: las juventudes estudiantiles y el proletariado. Como si fuera poco, el desorden fiscal del gobierno -a pesar de la Creación del Banco Central- era enorme y penaba el interés de las diferentes ramas de las Fuerzas Armadas por disputarse el poder estatal. Los militares en 1924, los Navales en 1931 y los Aviadores en 1932.

A poco andar la década siguiente, el 26 de agosto de 1931, cae el presidente Carlos Ibáñez del Campo desatando una inestabilidad política importante. Se suceden las Repúblicas Socialistas hasta que A. Alessandri P. logra -por segunda vez- el poder en 1932 para dejarlo en 1938. Económicamente hablando, es clave tener en cuenta que la depresión bursátil dejó a nuestro país por el suelo, "En el informe de la Liga de las Naciones, World Economic Survey 1923-33, que daba cuenta del impacto de la depresión en el comercio mundial, Chile aparecía como el país más golpeado por la crisis. Allí se señalaba que en un promedio el volumen del comercio mundial había caído en un 26,5 por ciento entre 1929-32, mientras que para Chile esa caída había sido cercana al 70 por ciento... La caída de los precios en los mercados externos repercutió dramáticamente en Chile. Entre 1929 y 1932 el valor total de la producción de salitre cayó en un 95 por ciento... Las exportaciones agrícolas fueron en 1932 un 86 por ciento más bajas que en el periodo 1927-29. Las importaciones tuvieron que contraerse en forma drástica... A ello se agregó la disminución de los créditos externos, desde 682 millones en 1930 a 54 millones en 1931, a 22,4 millones en 1932 y a cero en 1933"[12].

No obstante todo lo que tenia que desear la situación política y económica del país, el ambiente cultural era efervescente. Lo moderno se estaba consolidando en la capital y había llegado para quedarse. Es por esos años que la crítica al sistema -ya más aguda y segura- se plasmó en la adopción de nuevos modelos; si se quiere, de arquetipos modernos. En palabras del Premio Nacional de Literatura Braulio Arenas, extraídas de su libro "Actas Surrealistas", el ambiente era muy particular, novedoso, por decir lo menos. "Ese término moderno se convertía en pan cotidiano, en la explicación de todo. Era moderno el traje corto de las mujeres, la melena a lo garzón, los cigarrillos turcos, las boquillas de treinta centímetros, la práctica de los deportes, las quirománticas, el cemento, el salto alto, los empresarios, los ejecutivos, la teoría de la relatividad, los cow-boys, los rascacielos, el psicoanálisis, la montaña mágica, las reinas norteamericanas de la salchicha, los príncipes arruinados, los grandes ventanales a lo Mondrian, los fetiches africanos, los Rayos x, el Ballet Ruso, los gangster de Chicago, los automóviles de carrera, los divorcios, el urbanismo de Le Corbusier, el Charleston, el tiempo perdido de Proust, el gramófono, la radio, Rodolfo Valentino, el teléfono, el tango, el Ulises de Joyce, las actrices de cine, las quiebras de los banqueros. Todo era moderno, es decir, de todo se echaba mano para olvidar, o para pretender olvidar la pesadilla de la guerra recién pasada, todo era moderno, como la droga, para afrontar este nuevo siglo que se venía encima, y al cual ya se presentía con sus espectros amenazantes: con el hambre, con la contaminación atmosférica, con la explosión demográfica, con la bomba atómica, con el genocidio, con el etc, etc."[13].

Ahora bien, si hubo un rasgo que ejemplifica el espíritu de gran parte de los intelectuales de los años ´20 y ´30 de este siglo en el mundo y que en Chile se consolidó un poco más tarde, alrededor de 1938, fue el rupturismo[14] con el orden heredado del periodo decimonónico; no tan sólo en política sino más bien en todo ámbito de cosas. No en vano, a los nacidos entre 1914-1919 y que vivieron su adolescencia y juventud en Chile durante los años ´30 y ´40, se les ha catalogado de críticos e inquietos por excelencia. Para definir la personalidad que caracterizó a gran parte de los jóvenes instruidos del momento, nos parece muy útil la opinión de Mario Góngora que es bastante ilustradora del conjunto. "La generación intelectual que se formó hacia 1931-1945 se sintió en total ruptura con la generación anterior y, por tanto, con la herencia decimonónica bebiendo con ansiedad del tiempo contemporáneamente vivido en Europa, particularmente en Francia, España y Alemania. Es un caso interesante de brecha en la continuidad de la consciencia histórica digna de ser estudiada como tal, no solamente en el pensamiento político, religioso e histórico, sino también en Poesía y Arte"[15]. Es por esto, que la aparición del grupo Mandrágora resulta ser un punto concreto en una serie de manifestaciones intelectuales en el particular Chile de la época. Si se quiere, un hito puntual dentro de los cambios que condicionaron -durante algún tiempo- la formación de un contexto socio cultural dominante.

Si es cierto que en el Chile de 1910 -"primer" centenario de la Independencia- existió un sentimiento de crisis y malestar, en términos generales el statu quo era más bien tranquilo. Veinte años después, durante la década del treinta, la realidad aparece totalmente diferente. La crítica es mucho más clara y dirigida: ya se habla de revolución. En especial son los jóvenes quienes ya no aguantan, fueron la punta de lanza con la cual se inició el verdadero debate. Para el caso, algunas citas. La primera corresponde al órgano de difusión de la Juventud Conservadora, conocido como Lircay, en el cual aparece lo siguiente, "... queremos una revolución espiritual real, el advenimiento de un régimen ideológico distinto... El orden político social en su sentido más amplio es injusto, ante él tenemos una actitud de crítica total: propiciamos su íntegra renovación... La Falange (desde 1936) llama a todos los chilenos para la gran tarea de rehacer material y moralmente a la nación"[16]. La segunda, de uno de los pocos sobrevivientes de la Masacre de la Caja del Seguro Obligatorio. "Nosotros vivíamos en 1938 el mito de la revolución juvenil con nuestra dosis de idealismo romántico, nuestra fe y entusiasmo, nuestra audacia. Como vanguardia de nuestra generación, buscábamos al unísono romper con los moldes de una minoría que no aceptaba aún la incorporación de los nuevos estratos que nuestra sociedad iba creando y demandaban un espacio de vida, cultivados por virtudes morales y heroicas y de una poderosa voluntad de entrega... Teníamos conciencia de obrar desinteresadamente, que de ser consecuentes con nuestros ideales y dispuestos a no ceder en nuestras convicciones, seguros de actuar correctamente"[17]. Finalmente, la otra cita que nos importa, corresponde a la declaración de Ricardo Boinzard en la Convención de 1935 del Partido Conservador: "Al expresar nuestro pensamiento de verdadera estirpe revolucionaria, queremos decirle al Partido Conservador que miramos muy lejos y que nuestro grito, en el alto sentido de la palabra, no es de paz ni de concordia. Por el contrario, nuestro grito es de revancha. Revancha contra un siglo que debe rectificarse en el sentido de imponer la suprema, la imperiosa, la verdadera revolución"[18].


2.4 El Ambiente citadino en Santiago en 1938. Mandrágora: una voz que protesta.

 

"No hubo un predominio de estilos de pensamiento, sino una profusión de grupos que por distintos caminos y estilos buscaban reinterpretar a Chile y vivir contemporáneamente con Europa y el mundo".

Hernán Godoy, La Cultura Chilena.


Teniendo muy en cuenta todos los antecedentes expuestos con anterioridad, tanto a nivel nacional como internacional, nuestro tema es el siguiente: a partir de los últimos años de la década del treinta y parte de la siguiente, en Chile existieron muchos tipos de expresiones -grupos para algunos, individualidades para otros- que buscaron reinterpretar y dar sentido a la realidad nacional del momento. Los hubo de todas las especies y de los más variados caracteres: literarios, políticos, musicales, arquitectónicos, sociales, militares, científicos, religiosos, xenófobos, historiográficos, poéticos, culturales, deportivos, teatrales, etc. Nuevas voces y variadas tendencias en el país.

En especial, fueron jóvenes del quehacer nacional que estaban hartos con las precarias expectativas que les entregaba el sistema; no les bastaban. Para ello, qué mejor que compremeterse en una causa que diera sentido a su existencia. Unos eligieron la política (Eduardo Frei Montalva escribió su primer ensayo en 1935: "Chile Desconocido"). Otros, como los mandragóricos, los poetas de la claridad, Eduardo Anguita y Nicanor Parra eligieron la poesía. Sin ser menos, los Nacistas encabezados por Jorge González Von Marées, alcanzaron gran importancia en la escena capitalina: el 5 de septiembre de 1938 en la Matanza de la Caja del Seguro Obligatorio, donde se sacrificaron -en el más heroico de los sentidos- más de 50 estudiantes universitarios. Al respecto, y para acercarnos un poco más al ambiente de la época, nos parece útil citar a uno de los sobrevivientes de dicha matanza, ya que su testimonio ejemplifica muy bien cómo era el pathos del momento, la sensibilidad de los años a que nos estamos refiriendo. "Todos lo hacían. Todo el mundo usaba uniformes, los socialistas, los comunistas, los falangistas, la milicia republicana. Los socialistas tenían como canción la Marsellesa. Los comunistas, la Internacional Comunista. Nosotros teníamos nuestros propios cantos, nuestros propios músicos. Había que reconocerse porque luchábamos en las calles. Salíamos en las noches a tomarnos, a ganarnos las calles, íbamos a propagandear el diario "El Trabajador" y a gritar: ¡Viva el Nacismo! Lo hacíamos de noche porque estudiábamos en el día y porque los obreros trabajan a esa hora. La parte brava era la Avenida Matta. ¡Ahí habían cuchillazos! Tuvimos cinco muertos, tres en Valparaíso y dos en otras partes de Santiago. Sólo por disputas... En cambio, la muerte de Barreto fue otra cosa. Unos uniformados fueron a tomar unos tragos a un recinto socialista. Los socialistas que eran mucho más numerosos y vestidos de civil, los echaron a patadas. Los otros fueron a buscar refuerzos y se dispusieron contra los socialistas. Todos se arrancaron menos Barreto. ¡Disparen, disparen! y alguien disparó contra el menos ofensivo, contra el más poeta de todos, contra Barreto. Nosotros lo lloramos. Eso fue el año 36"[19].

En el plano interno, el contexto político que abrazó tanto a Mandrágora como a muchos otros jóvenes del momento, fue el Frente Popular y su nueva alternativa en la dirección del Estado Chileno como en la reestructuración económica y socio cultural del país. Ibáñez y Alessandri estaban lejos; cada uno en su momento, se vieron obligados a salir de las fronteras territoriales. Chile -por primera vez en casi dos décadas- estaba libre, por poco tiempo, de la influencia de estos dos estadistas. Con el año 38 llegaron las esperanzas y los sueños. Habían ímpetus de cambio, se quería renovar. El aparato gubernamental desarrolló un crecimiento que a la postre sería propio y particularmente característico del impulso radical. La Burocracia estaba en el poder. Nació la Corfo. Como señalamos, la elección de Pedro Aguirre Cerda y sus aliados políticos, fue la segunda tentativa de características revolucionarias que ocurría en lo que se llevaba del siglo. Primero, en los años veinte, había sido Arturo Alessandri P., "El León" de Tarapacá. Ahora lo era Pedro Aguirre Cerda: "don Tinto".

Económicamente, aún se veían luces de la gran depresión. A fines de los años treinta Chile recién recuperaba los índices de producción y los niveles de desarrollo que poseía en 1929-30. Ni la dictadura de Ibáñez, ni las Repúblicas Socialistas, ni la segunda presidencia de Arturo Alessandri P. pudieron solucionar el desequilibrio fiscal, el desempleo y la creciente inflación.

Como si esto fuera poco, en lo que respecta a la naturaleza, a poco andar el año 1939 el terremoto de Chillán agitó catastróficamente la zona central de nuestro país.

En el caso particular de la vanguardia literaria nacional, existieron para gran parte del periodo en cuestión, tres reconocidos poetas y un gran coro de expresiones tan singulares como dispares. Unos estaban consagrados, otros no. Gabriela Mistral, la otra voz de la época, aunque presente, no era parte de esta vanguardia[20]. En ese momento, su obra se consideraba muy ligada a las posturas decimonónicas. Pablo De Rokha y Vicente Huidobro eran los peso pesado. A la fecha, ambos ya poseían tanto un extenso prontuario de realizaciones literarias como de disputas personales en los diarios y medios escritos. Por su parte, Pablo Neruda se consolidaba. Sin duda eran Tiempos de Box- literario, como los llama asertivamente el escritor Enrique Lafourcade. Días en que "Prodigaban los golpes bajos, las patadas, los cabezazos y las zancadillas. Si uno de los contrincantes estaba casi knock-out le seguían aforrando en el suelo. Hablo de Vicente Huidobro, Pablo de Rokha y Pablo Neruda"[21].

En fin, estamos refiriéndonos a un período de innumerables expresiones de crítica y de cambios frente a la realidad existente. Disconformismo e ímpetus de renovación era lo que se respiraba en la atmósfera. Es así como en este particular ambiente y con estos actores, surge y dialoga Mandrágora. En tal escenario, lleno de vocaciones, los mandragóricos: Enrique Gomez Correa, Teófilo Cid, Braulio Arenas y Jorge Cáceres estuvieron mucho más cerca de la convocatoria poética e intelectual de Vicente Huidobro que de cualquier otra de las propuestas que existían en el país. La proximidad no fue tan sólo de carácter literario sino, más bien, de una amistad profunda, donde el carácter revolucionario de todos, -tanto de Huidobro como de los de Mandrágora- fue esencial y auténtico. Todos buscaban transformar la realidad. En este mismo sentido, con de Rokha la relación de este grupo de jóvenes surrealistas no fue tan estrecha como con el poeta anterior pero, en ningún caso, fueron antagonistas o rivales. Con ambos mantuvieron constantes intercambios de ideas y posiciones. Como aparece en el libro de Faride Zeran, "La Guerrilla literaria", eran tiempos de creación, de bohemia, de guerras y de duelos. Al respecto, es muy útil el recuerdo que hace Enrique Gómez Correa en relación a una anécdota con el escritor Pablo de Rokha, "Un día nos invita a Teófilo, a Braulio y a mí a una cena en su casa. Mientras íbamos en el auto, los tres nos reíamos de De Rokha e inventábamos los diálogos que se iban a producir. Cuando llegamos, nos sentamos en la mesa, y Winétt, siempre finísima, nos sirvió unos tragos. De pronto Pablo de Rokha dice enojado:

-¡Así que se venían riendo de mí! ¿Y quiénes son ustedes? Nada. Y yo soy un genio.

Lo que había ocurrido, es que Carlos, el hijo de Pablo de Rokha, un poeta muy cercano a Mandrágora, iba en el asiento de atrás del vehículo en que viajaban, y llegando le había contado todo a su padre.

-Mire, ¡lo reto a duelo! Y si usted no tiene revólver, yo le presto uno.

-Oiga Pablo, mejor esperamos hasta mañana para el duelo- replicó un poco asustado Gómez Correa.

-Bueno, véalo usted- concluyó de Rokha.

Pero al poco rato y para romper la tensión que se había producido, Pablo de Rokha dio un grito y ordenó:

-¡Que nadie se mueva! Esto hay que celebrarlo. Voy al matadero y vuelvo.

El reto concluyó a altas horas de la noche con un cordero devorado cordial y colectivamente"[22].

Con Neruda, la situación fue radicalmente opuesta. Para los "tres mosqueteros", el futuro premio Nobel era "un bacalao, un vendido, un arrastrado, un plagiario, ya que éste comerciaba y se valía de la poesía para lograr sus objetivos. No le aceptaron dicha conducta[23]. Con la Mistral no se metieron.

Es muy importante ahondar en la estrecha relación de Mandrágora, en sus primeros momentos, con el padre de la vanguardia en Chile[24]. Habitúes de la convocatoria Huidobriana, estos innovadores recibieron la influencia y el estímulo de "Vicente vidente" como Octavio Paz llamaba a Huidobro. No está de más decir que gran parte de lo que realizó Mandrágora estuvo bajo el signo de cambio que este poeta trajo a nuestro país a su regreso desde el viejo continente donde había compartido con los más destacados de la vanguardia europea. Hijos, pero no discípulos.

Así mismo, desde abril de 1935 el contexto literario se encontraba estremecido con la publicación de la "Antología de la Poesía chilena nueva" de Eduardo Anguita y Volodia Teitelboim. "La selección de los elegidos está hecha. Son diez. La Antología debía ser una bomba. Tenía que negar los valores sagrados"[25]. Todo partió cuando Alone ridiculizó a los autores tildándolos como "los preciosos ridículos". De ahí, sólo faltaba que los contendores salieran al ruedo y que se iniciaran los ataques en el Diario "La Opinión". El vendaval estaba desatado; Huidobro tenía más páginas que De Rokha. De ahí en adelante, los dos principales integrantes de dicha selección se debatieron en las páginas del noticiero mencionado anteriormente. De Rokha escribió los días 10, 11, 12 y 13 de Junio de 1935 los artículos "Marginal a la Antología" y los sucesivos N°s II, III, IV; "Cuando Volodia Teitelboim, vagamente descendiente de Huidobro, llegó a mi casa y me habló de la "Antología", yo le contesté:

Generalmente, estas antologías "nuevas", o esas antologías viejas, sólo sirven para que alguno o algunos jovenzuelos anónimos emerjan a la periferia y se destaque a costillas de otros, para que algún erudito cavernario baile en el alambre, o para que algún mercader, más o menos chileno y más o menos roñoso y oscuro, especule con los escritores servido por algún ganapán retórico poético y vil, disfrazado de antologista...Yo voy en la "Antología" con treinta páginas, Vicente Huidobro con cincuenta y seis páginas, Neruda con veinticuatro páginas, Cruchaga con diez páginas. De "Los Gemidos", que es una obra de seiscientas y más páginas, en tamaño dieciséis, es decir del tamaño de la "Antología", se ha extractado una página, sólo una página y unos renglones"[26]. Fundamentalmente, De Rokha atacó a dos poetas: a Huidobro y a Neruda. Del primero señaló que, "Coexisten, peleando el taumaturgo y el poeta, el taumaturgo y el artista, en un combate de rango bastante alto y eminente, y aquella gran dualidad dramática, buscando su orden y creciendo, condiciona y aún determina su estilo; así se genera y comprende nuestro punto de vista partiendo de que, adentro de él, se verifica un conflicto: agoniza la oligarquía y emerge un pequeño burgués histriónico, diabólico, proletarizante"[27]. A lo que "Vicentico", el recién aludido, respondió: "Pablo de Rokha ha querido intervenir más que yo en la confección de la Antología puesto que él quiso obligar a los autores a poner poemas de su señora y puesto que él eligió los suyos, a su antojo, los cambió cuántas veces quiso mientras que yo no sabía qué poemas míos habían sido seleccionados y no lo supe hasta el día de las primeras pruebas... Cualquiera diría que Pablo de Rokha vive temblando de miedo de que los jóvenes lo aplasten y siempre está engrifado con las nuevas firmas... La Antología le molesta porque cree que en ella se me acuerda una supremacía. Porque encuentra que los jóvenes se interesan demasiado por mi poesía y quiere ver en ello un desplazamiento de la suya. Esta es la verdad y si no fuera por tales creencias no habría escrito sus artículos. Es una pura cuestión de vanidad... Habla de que a mí se me dan cincuenta y seis páginas y a él treinta. Y tal pequeñez le hiere gravemente. Vanidad, vanidad y vanidad. El que se siente fuerte, el que está seguro de su potencia ¿puede revolverse furioso por cualquier cosa? El que es verdaderamente grande ¿puede sentirse rebajado a cada instante? ¿Qué clase de gran llamarada es esa que teme ser apagada al menor soplo?"[28]. Posterior a esta confrontación, hubo un segundo round; el ataque continuó. Nuevamente fue De Rokha el que inició el combate, a lo que Huidobro no demoró en contestar.[29] De un momento a otro, en Julio de 1935, se terminaron los embates. Sólo Genaro Prieto, otra voz del medio intelectual, a fines de año, desde su columna, continuaba con el conflicto. Esta vez, para reírse de los contendores[30]. Sin embargo, la guerrilla no estaba acabada. Muy por el contrario, pasarían décadas y todavía existirían brazas. Huidobristas, Rokhistas, Nerudianos, Mandragóricos, lo que se quiera. Ahora bien, en relación al impacto de esta disputa literaria, su significación -si bien fue de dominio público- no creemos que haya sobrepasado los límites de la letras nacionales. Más que nada, nos parece que esta disputa escrita es otro ejemplo de la dinámica de la época.

Ahora bien, es obligatorio volver a la idea de la perspectiva histórica. Dentro del mismo contexto que enmarcó a Mandrágora, existieron diversas manifestaciones de respuesta frente a la realidad del momento; en algunos casos de carácter muy violento, en otros totalmente pacíficos. En ese sentido, Mandrágora fue una postura dentro de un conjunto de posibilidades. Quizá una de las más extremas; no por su particular forma de combate -sus actos poéticos- sino por lo radical de sus propuestas.

A modo de ejemplificar otras posiciones -poco tradicionales- que coexistieron en la época, es digno nombrar el auge que evidenciaba el Nacional Socialismo Chileno de Jorge González Von Marées; o si se prefiere, es posible referirse al revisionismo histórico que deseaba la superación de los "enfoques tradicionales para ir hacia una interpretación que vinculara el acontecer político con los procesos sociales, económicos y culturales"[31]; o se puede hablar de la renovación del teatro chileno (apareció el Teatro Experimental y toda su nueva propuesta). Así mismo, también fueron importantes las nuevas tendencias en pintura, escultura y arquitectura. En economía, otro nuevo esquema: la Sustitución de Importaciones. Internacionalmente, falta poco para el estallido de la Segunda Guerra Mundial. A su vez, en el viejo continente, España se debatía entre Franco y la República. En fin, el ambiente en cuestión -segundo cuarto del siglo pasado- estaba lleno de propuestas, de acontecimientos, de personajes y de cambios. Como afirma Teófilo Cid, lo que sucedia en Chile eran movimientos imitativos, "pero que infundían la creencia de estar viviendo la vida histórica... Es la imagen de la desesperación, terrible imagen de una generación que buscaba afanosamente su expresión, no literaria, sino moral"[32].

Por último, y con la idea de completar aún más el encuadre contextual del grupo al que está dirigida esta investigación, debemos aclarar que existen -entre otros- más elementos que son importantes de tener en cuenta a la hora de acercarse a este preciso espacio citadino al que nos hemos referido. Para nosotros hay dos en lo fundamental: la consolidación de los patrones de vida urbanos y la redefinición del espectro social que se consolidó en torno a Santiago entre los años 1920-1940. Aspectos que determinan, complementan y ayudan a explicar el escenario histórico que estamos tratando de iluminar.

Inicialmente, la Arquitectura y el Urbanismo evidenciaron un claro cambio de rumbo. Se acortaron las distancias con Europa. Las ideas de Le Corbusier y del Bauhaus estaban en el ambiente. "Se contrata a Karl Brunner quien presenta en 1930 el Plan Urbanístico de Santiago... Surgen edificios públicos y comerciales que empiezan a marcar el predominio de la verticalidad y el uso generalizado del concreto armado... El sector céntrico de Santiago empieza a modernizarse con la construcción del Banco Central (1927), de los edificios destinados a cajas de previsión proyectados por el arquitecto oficial Ricardo González Cortés entre 1928 y 1935 (Cajas del Seguro Obrero, de Empleados Particulares, de Crédito Hipotecario, de Ahorro, etc.), además del edificio de Correos y Telégrafos frente a la Plaza Constitución. Los Portales Bulnes y Fernández Concha en la Plaza de Armas son terminados en 1932 y entre ese año y 1938 se levantan los edificios del Hotel Carrera y de los Ministerios que completan el barrio cívico"[33]. Otros ejemplos de esto, lo constituyen el primer Congreso de Arquitectura realizado en Santiago en el año 1934 y el primer Congreso de Urbanismo de 1938 en Valparaíso.

Es la época del "Cafe Iris", "Fuente Iris", o simplemente el "Iris", abierto en la esquina de Alameda con Estado. Como recuerda Oreste Plath, "...tenía una clientela de intelectuales, artistas y periodistas, ya que en Estado 15 funcionaba la Alianza de Intelectuales de Chile. Y por Alameda frente al "Iris" estaba el diario La Opinión, órgano del Frente Popular que dirigía Luis Mery y le acompañaban Juan Bautista Rosetti, Oscar Waiss. Por los días de la revolución española el diario La Opinión colocaba pizarras como todos los diarios, dando a conocer los últimos cables y la gente se agrupaba hasta avanzadas horas de la noche y los comentarios se hacían en el Café Iris hasta el amanecer"[34]. Así mismo, era el tiempo en que la Casa Colorada -la ex residencia del presidente de la Primera Junta de Gobierno, el Conde de la Conquista, don Mateo de Toro y Zambrano- existía en su fachada hacia la calle el "Bar Black and White", donde se juntaban periodistas y escritores a jugar dominó y a comer guatitas y riñones al jerez con arroz. "Y entre los sandwiches, el más gustado era el tártaro... Al fondo de esta casa funcionaba el "Club de Ambulantes del Correo", al cual iba a almorzar el poeta Teófilo Cid. En los últimos años de su atroz bohemia llegaba a este club y pedía que le sirvieran un Pancho Villa que costaba tres pesos, y que como se sabe está compuesto de porotos con un trozo de longaniza y un huevo frito encima. A este merendero lo rebautizó como "El Observatorio", era un observador perspicaz. Conocía comedores extraños y bebedores clandestinos. Dicen que cuando se embriagaba daba gritos pidiendo: Abridme esta puerta que golpeo llorando"[35]. Es por estos años, que Santiago dejó -casi definitivamente- su carga de ser una ciudad decimonónica, y se transformó en un polo de atracción de intelectuales y artistas ávidos de bohemia.

El segundo aspecto, no en importancia, es el hecho de que Santiago -desde una perspectiva demográfica- ya no es el mismo de comienzos de siglo. Muchos han migrado a la capital. Quieren surgir, tienen sed de mundo, necesidad de trabajo, urgencia de vivienda, carecen de salud, tienen hambre, tifus. Había mucha gente, no obstante poco para repartir, al menos así parece. Es una época de cambios que da pie para que aparezcan numerosas variaciones en el contexto urbano. "El tránsito de una población de predominio rural a otra mayoritariamente urbana (que se registra por primera vez en Censo de 1940) se vincula a cambios económicos en que la agricultura sede paso a la industria, y a cambios urbanísticos en que el ladrillo es desplazado por el cemento"[36]. Los viajes desde la periferia hacia el centro del país son cada vez más frecuentes. Obviamente los intelectuales están en la misma condición. Muestra de esto, es que tanto los mandragóricos como una gran cantidad de escritores del periodo vienen de provincia. Pablo Neruda y Teófilo Cid de Temuco y Parral respectivamente, Braulio Arenas de la Serena, Enrique Gómez Correa de Talca, Pablo de Rokha de Licantén, Gonzalo Rojas del sur, Fernando Onfray de Valparaíso, y así muchos otros. Nuestra capital es el epicentro -como nunca había ocurrido en forma tan evidente y concentrada- de la vida cultural chilena, especialmente de la literatura, de la política, de la vida universitaria y de las artes en general[37]. De este modo, la capital se convierte en un semillero de producciones de carácter literario e intelectual como también de todo tipo de manifestaciones artísticas y culturales. Santiago tiene luces propias. Nuestra ciudad deja de ser una pequeña urbe y se transforma en un polo de atracción para escritores, artistas, historiadores, políticos y pintores que buscan -en este nuevo y particular emplazamiento urbano- poder realizar sus sueños y esperanzas. Santiago efervescente.


[1] Arenas, Braulio, Actas Surrealistas, p 6.

[2] Cid, Teófilo, Hasta Mapocho no más, p 14.

[3] Faúndez, Julio, Izquierdas y Democracias en Chile, 1932-1973, p 15.

[4] Faúndez, Julio, op cit, p 15.

[5] Subercaseaux, Bernardo, Genealogía de la Vanguardia en Chile La década del centenario, p 11-12.

[6] Faúndez, Julio, op cit, p 15-16.

[7] Subercasaux, Bernardo, op cit, p 92.

 

[8] Enrique Mac Iver en Chile en siglo XX, Mariana Aylwin et al, p 19.

[9] Aylwin, Mariana op cit, p 19-60-61.

[10] Huidobro, Vicente, Balance Patriótico, Santiago, 1925. En Alfredo Jocelyn Holt, Del Avanzar sin Transar Al Transar sin Parar, p 72.

[11] Pablo Neruda.

[12] Aylwin, Mariana, op cit, p 115-116.

37Arenas, Braulio, Actas Surrealistas, p 7.

 

[14] En torno a la magnitud de la ruptura -en este caso política y cultural- nos parece acertada la opinión de Alfredo Jocelyn Holt en el sentido, velocidad y periodicidad del quiebre o ruptura que se genera en Chile alrededor del año 38. A su vez seguimos la línea de que ni con Alessandri Palma ni con los radicales, es decir, ni de la primera como con la segunda tentativa revolucionaria, el cambio haya sido definitivo. "Con lo cual, queda claro que no corresponde seguir insistiendo lo que demasiado ha menudo se afirma tan taxativamente: que durante los gobiernos radicales estamos frente a un vuelco trascendental. Este vendría después, en la década del ´60, sin perjuicio de lo que ocurre a partir de la crisis del 30 es -qué duda cabe- altamente significativo y contribuye eventualmente a poner fin al orden económico y social tradicional", en Jocelyn Holt, op cit, p 61.

[15] Mario Góngora en Patricia Arancibia, Mario Góngora En busca de sí mismo 1915- 1946, p 28.

[16] En Jocelyn-Holt, op cit, p 67.

[17] Zorrilla, Enrique, La profecía política de Vicente Huidobro, p 157.

[18] En Jocelyn-Holt, op cit, p 67. Cita a Ricardo Boizard en la Convención del Partido Conservador en 1935.

[19] G. de Mussy R., Luis, Entrevista a Enrique Zorrilla, Santiago de Chile, Primer Semestre de 1999, inédita.

[20] Ver Hugo Verani, Klaus Muller-Bergh, Jorge Schwartz. Los tres autores tratan el tema de la evolución de la vanguardia en Chile. Sus publicaciones están consideradas en esta investigación, no así todos sus planteamientos.

[21] Enrique Lafourcade, Tiempos de Box, Reportajes, "El Mercurio", 22 de noviembre de 1992.

[22] Zerán, Faride, La Guerrilla literaria Huidobro, de Rokha, Neruda, p 145.

[23] En el cuarto capítulo ahondamos el tema de las disputas con Neruda.

[24] El Capítulo N°3 de este ensayo se tratan diversos aspectos sobre la cercanía de los mandragóricos con Vicente Huidobro.

[25] Zerán, Faride, op cit, p 92.

[26] De Rokha, Pablo, Diario "La Opinión", 10 de junio de 1935. En Faride Zerán, op cit, p 102-103.

51 Ibid., p 103.

 

[28] Ibid., p 108.

[29] Para el caso de la Guerrilla Literaria, es indispensable la consulta del libro que hemos citado de Faride Zerán. En él se encuentra desarrollado -in extenso- todo el conflicto que sólo hemos enunciado.

[30] "... la jerigonza...Es cosa averiguada que a la gente seria le revientan los poetas de vanguardia. No entiende su poesía, y, lo que es peor, no entiende las explicaciones con que intentan justificar la nueva estética los escasos iniciados". Genaro Prieto. En Faride Zeran, op cit, p 114.

[31] Godoy, Hernán, La Cultura chilena, p 522.

 

[32] Cid, Teófilo, Hasta Mapocho no más, p15.

[33] Godoy, Hernán, op cit, p 506.

 

[34] Plath, Oreste, El Santiago que se fue Apuntes de la Memoria, p 278.

[35] Ibid., p 183.

[36] Godoy, Hernán, op cit, p 493.

[37] Para el caso, es muy útil el libro ya citado de B. Subercaseaux, especialmente el capítulo Azar y necesidad.